sábado, 20 de septiembre de 2008

Te doy mi palabra


Como joven de los 90, mi tara secreta es la pertenencia. No la militancia, no el sectarismo, sino la pertenencia. Pertenecer es el sueño de los justos que no conocimos. Llevamos eones tratando de estirar el concepto hasta su entera comprensión porque nuestras bases emocionales siguen siendo un terruño atroz de desconfianza, porque la comunicación verbal cumple todavía, en muchas y desgraciadas ocasiones, la función para la que fue creada. El gran Eduardo Punset, en los párrafos reveladores de "El viaje al amor", nos recuerda que el lenguaje no se hizo para escuchar, sino ante todo para intuir por dónde podrían salirnos nuestros interlocutores. Quizá por eso he aprendido a defender la intuición por encima de la palabra. Sin papeles firmados de por medio, salir a la calle un rato es descubrir, inevitablemente, que sí no es sí, no no es no y mañana no es mañana. Al fin solos es, con mucho, la frase más paradójica del mundo.

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