miércoles, 12 de noviembre de 2008

Apaga y vámonos


Claro como el agua. Sencillo como mascar chicle. Así lo pintan, y de hecho lo es, creo yo, despertar de ese relativismo moral en que las principales cadenas televisivas nos han sumido para distraernos de las cargas diarias, el pensamiento solidario y las noticias realmente relevantes. Un relativismo nada sorprendente, por cierto, tratándose de una consecuencia directa de ese sistema que acaba de salírsenos por la culata (si es que quedaba alguna duda de que lo haría algún día), y que ahora quieren replantearse en Washington los que se atreven a dar la cara tras una cena de 19 platos, e incluso Rodríguez Zapatero (¿por qué refundar el capitalismo es más fácil que acabar con la pobreza?, pregunto azorado).

Pero en fin, a lo que iba: lejos de acrecentar mis imposturas y apatías proverbiales, el hecho de mantenerme diariamente en una protesta activa que considero justa y necesaria me ha hecho sentirme un poco más vivo, un mucho más util y desde luego un todo más consciente de que -nadie se ofenda- estamos regalándole nuestra vida y nuestro potencial a delincuentes que se aprovechan de las lagunas o de las debilidades de la ley. A veces me convenzo, abrumado por una especie de espanto social, de que no tenemos derecho a quejarnos de ninguna crisis cuando permitimos, "porque siempre ha sido así", que analfabetos, mediocres y espabilados como el famoso Julián Muñoz vayan a cobrar 350.000 euros por una entrevista exclusiva tras su paso por la cárcel. ¿Dónde está aquí la queja popular? ¿Dónde las hoces y antorchas? ¿Dónde habita el sábado por la noche ese clamor por lo que supuestamente nos merecemos, como contribuyentes y hombres de palabra? Y sobre todo, ¿cuándo el "pueblo llano" dejará de sentirse solamente lo segundo?

Ante esta basura, ante esta agresión a lo que es guía y clave para nuestra vida civil y nuestro ánimo como comunidad, iniciativas de las que podría inferirse en un principio una pátina de humor, como ésta, se tornan referente y reacción a la sorpresa que provoca el hecho de que, con la que está cayendo, se tache todavía a cualquier voz en contra de "lo que hay" (sean cuitas de banqueros o circos de baja estofa como el que nos ocupa) de ingenua o demagógica. Desde luego, yo no sólo no voy a ver la susodicha entrevista (para que luego digan que este espacio es políticamente incorrecto), sino que refuerzo mi adhesión a la batalla por la conciencia que, anónimamente, aquellos que están partiendo de verdad el bacalao planetario en estos tiempos libran para abrirnos los verdaderos caminos. Me refiero a genios como el gran José Antonio Marina, o a mi enfermito Punset, deliciosamente convincentes y convencidos de que el XXI será el siglo que desentrañará el mapa real de las emociones humanas, y por tanto su verdadera utilidad. Veremos entonces qué lugar ocupa el morbo en esa lista.

Amigos, colegas e ilustres desconocidos: el grito no puede ser más diáfano: ¡¡¡ESA NOCHE, APAGAD LA TELE!!! ¡¡¡NO AL AMPARO FINANCIERO DE DELINCUENTES CORRUPTOS Y EN TERCER GRADO!!!

Coño ya.

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